Aprovechando que el Ebro pasa por Zaragoza y que el Gobierno de Aragón me invitó al Congreso de Competitividad Turística, allá que me fui para hablar sobre los retos del Turismo Familiar. Es curioso que cuando se trata de abordar profesionalmente este segmento turístico tengas que hacerlo obviamente sin quiénes te acompañan en su vertiente práctica: el resto de la familia. Así que mi escapada a Zaragoza fue lo que se dice un plan de “Viajar sin niños” pero sin dejar de pensar en mis perlas. Tras los dos días que duró el congreso, decidí alargar mi estancia otros dos para «patear» la ciudad, esta vez con amigas, encuentros estos muy recomendables en los que la risoterapia se adueña de cada rato. Y he de decir que Zaragoza me encantó desde el primer momento. Me sentí como en casa sin estarlo, y eso siempre pinta bien.
Zaragoza está hermanada con Mdina, la ciudad del Silencio, antigua capital de Malta que formaba parte de la Corona de Aragón. Conozco cada rincón de Mdina y aun así la redescubro cada vez que voy con amigos que se quedan “sin palabras” al verla… Pero Zaragoza, tan cerca de mi Valencia natal, siempre ha sido asignatura pendiente: un lugar que he sentido cerca de los veranos en el interior de Castellón y de paso en mi camino frecuente a Navarra. Una ciudad, Zaragoza, entrañable porque mis padres siempre la han frecuentado en momentos especiales y le tienen un especial cariño como les ocurre a la mayoría de los valencianos con Aragón. El viaje sentimental. La tradición. La Cheperudeta y la Virgen del Pilar. Basílicas, ofrendas y la belleza campando a sus anchas en sus plazas. La Catedral Basílica de Zaragoza, tan monumental que no te la terminas, me dejó impactada. Pura emoción.
Callejear y tapear en el Tubo, ver lo que es y lo que fue, imaginar aquella torre derruida desde la escultura que la contempla, navegar por el Ebro, perderse en su corazón antiguo y recorrer los soportales que invitan a descubrir otra Zaragoza, la del tranvía más moderna que tanto me recuerda a las capitales centroeuropeas, sus calles peatonales, su alegría, la picardía del cabaret el Plata. Y al teatro en la calle del Coso porque no nos dio tiempo, porque el cartel pintaba muy bien.
Palacio de la Aljafería
Recorrimos el Palacio de la Aljafería con un guía de lujo que nos habló de su historia y los márgenes, esas notas entre la realidad y la leyenda que te invitan a viajar en el tiempo. El lugar que hoy son las Cortes y en el que un día el rey Abú quiso recrear el Paraíso. La torre del Travador atrae, además, a los amantes de la ópera, la edificación más antigua del palacio que data del siglo IX fue inspiradora del drama romántico de Antonio García Gutiérrez, “El Trovador”, de 1836, que fue convertido en librero por Giuseppe Verdi en 1853 con el mismo nombre: Il Trovatore. Se trata del único testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura islámica hispana de la época de Taifas, un palacio que otro rey, Pedro IV el Ceremonioso, también hizo hogar. Patrimonio de la Humanidad por la Unesco incluido en esa ruta del mudéjar de Aragón de la que sí hemos recorrido la de la primera que fue nominada: Teruel.
El próximo verano, nada más aterrizar en España y ver a la familia, tenemos una escapada pendiente: Zaragoza con niños, disfrutar de ese segmento turístico que viene pisando fuerte y comprobar todo lo que ofrece la ciudad y alrededores sobre Turismo Familiar. Todo lo que vi (a excepción del cabaret 😉 y mucho más…Además, un par de colegas de este mundo de la Comunicación que tanto nos apasiona se han ofrecido a recomendarnos sitios y seguro que nos regalan algún momento genuino como el que vivimos en la Aljafería. Viajar sin niños pensando todo lo que vas a ver con ellos….Viajar dos veces y disfrutar con la avanzadilla 😉