«A Pamplona hemos de ir…» ¿cuántas veces la cantaríamos en nuestra escapada navarra? Y es que hay canciones que pasan de generación a generación con el destino que les da nombre grabado a fuego. En esta ocasión además, viajábamos en San Fermín, así que junto a la versión original y como el trayecto en coche era larguito, nos lanzamos a versionar originales alternativas a la “bota” y al “calcetín”…
La primera parada fue en la Ribera navarra. Para variar de tanto hotel decidimos esta vez quedarnos en una cabañita de madera con vistas a las Bardenas Reales y la verdad es que tuvo su aquel. Piscinita, porche y paseos en plena naturaleza en los escasos ratos libres que quedan cuando se quiere ver mucho en poco tiempo… Y de allí, a Pamplona. Recorrer la calle de la Estafeta que tantas mañanas había visto en el televisor desde niña me producía una emoción especial que mis hijas no entendían mucho. Eso sí, sin toro ni manada que nos siguiera, claro 😉 Las fiestas patronales de una ciudad no son el mejor momento para conocerla ciudad pero sí lo son para impregnarse del ambiente festivo y de la tradición del lugar. Parada en el café más antiguo, el Iruña, callejear por la famosa calle del encierro hasta el ayuntamiento, gigantes, cabezudos, música y vivir el ambiente hasta que comienza la hora de la retirada si vas con niños porque la cosa empieza a desmadrarse…y es difícil de explicar a los atentos viajeros menudos.
PARQUE AVENTURA
Entre las múltiples opciones nos decantamos por disfrutar de la experiencia del Parque Aventura Artamendía en Aibar. Un bosque de gran belleza en el que se adentraron mis intrépidos viajeros, padre e hijas, mientras yo les alentaba y grababa desde tierra firme. La tarde fue completita y además nueva porque hasta la fecha no se habían animado con tanta intensidad a caminar entre las ramas, puentes colgantes, tirolinas, redes y columpios con el arnés y la técnica clara para combatir el vértigo. Una experiencia para repetir, aseguran, porque yo, desde abajo sufrí más que ellos…
UJUÉ y OLITE
Y si vas a Navarra no puedes perderte al menos uno de esos pueblos que catalogados como de los más bonitos de España. Así que en esta ocasión nos decantamos por Ujué ¡y vaya si acertamos! En un enclave único, el pueblo medieval de Ujué te seduce desde el primer momento en el que lo ves coronando la montaña. Un viaje en el tiempo para callejear arriba y abajo y perderte entre los muros de la Iglesia Fortaleza de Santa María de Ujué entre el gótico y el románico y una talla preciosa de la Virgen del año 1190.
En el restaurante, donde degustamos entre otros platos las ricas migas, había una familia belga comiendo a nuestro lado y se entendían como podían, porque en el restaurante el inglés flojeaba (una de las asignaturas pendientes del turismo familiar) y los niños miraban con ojos golosos el “kids menu” de mis hijas que de haberlo sabido, habrían pedido… La anécdota además tuvo su momento didáctico: una buena oportunidad para recordar de nuevo a nuestra pequeña tribu la importancia de saber idiomas para no perderte, en esta ocasión, la comida que más te apetece 😉
Otras escapadas durante el mismo viaje nos llevaron al Castillo de Olite y de Navarra…¡a La Rioja! Pero mejor os lo contamos en otra entrada…
Sin lugar a duda, Navarra es un buen destino para viajar en familia. Gente afable que hace de la visita un lugar donde volver, explicaciones de las costumbres de sus pueblos y sus tesoros gastronómicos y culturales nos recuerdan que tenemos que volver en breve…..Gracias por recordarlo.
Como se nota que habéis estado Pilar. Su gente, sus costumbres, su cultura, su gastronomía, sus paisajes… Cierto, siempre hay que volver;)