Me encanta volver a visitar los lugares que un día me gustaron para así compartirlos con mis hijas. Otra oportunidad para recordar y al tiempo mirar con otros ojos. Disfrutarlos contagiada de la magia que los niños destilan. Y en el caso del Castillo Palacio Real de Olite, así fue en nuestra escapada por Navarra y la Rioja.
Es curioso, y seguro que os pasa, la forma de anticiparnos muchas veces a las reacciones de nuestros hijos. Y en Olite, cuyo castillo tal y como imaginaba les fascinó desde el minuto 0, la pega fue lo desnudo que lo encontraron por dentro. De nada sirvió contarles que había sufrido un importante incendio, de hecho vieron las maquetas y una exposición al respecto, pues según ellas, tenían que haber cogido algún que otro mueble antiguo de otro lugar…
Hasta que la carencia se convirtió en otra vuelta de tuerca a la imaginación: ¡vamos a amueblarlo! Y en cuestión de segundos se adueñaron del palacio y del castillo imaginando cómo lo decorarían y amueblarían cada sala…
Jugar a ser princesas modernas no les impidió sacar la parte bucanera que todo niño lleva dentro. Y en cuanto me descuidé, estaban en la Torre más alta, la de la Atalaya y los Cuatro Vientos, ejerciendo de centinelas con su padre. Qué vértigo.
Galerías, torres, almenas, pasadizos, escaleras, fosos, pozos, cámaras y una impresionante morera, que da nombre al patio, con nada menos que 300 primaveras. Para no terminártelo…Y qué decir de la que se supone que era la casa de juegos de los príncipes. El sueño de todo niño. Y es que los Castillos dan mucho de si…
La audioguía nos vino como siempre, muy bien. Desde la primera vez en el Palacio de la Granja, donde comprobamos su éxito, la llevan siempre ellas y nos cuentan lo que más les llama la atención. Vamos que ejercen un poco de guías y ¡les encanta!
Promovido por Carlos III el Noble y Leonor de Trastámara, reyes de Navarra, en el siglo XIV, fue en su día uno de los palacios más lujosos de Europa. Un lugar que además alberga hoy parte de uno de los paradores, esa red única de cerca de un centenar de hoteles a lo largo y ancho de España.
Tras dar por finalizada la visita no por haberlo recorrido todo sino porque los estómagos ya rugían, comimos en el propio Olite pues hay varios restaurantes con menús que están muy bien en relación calidad precio.
Durante el callejeo de rigor, las bodegas salían a nuestro paso y nos quedó en el tintero visitar una pero lo dejamos para nuestra siguiente parada: Logroño. De hecho alguna de las de Olite cuenta con unas visitas muy recomendables para disfrutar de todo el proceso de la viña a la mesa.
Habrá que volver…
Tomo nota de tu sugerencia. Me parece una buena opción para este otoño
Los castillos son siempre un lugar que invita a soñar a niños y a no tan niños, porque la energía de los pequeños.nos traslada a otra época 😉