Regresar muchos años después y con las personas con las que más quieres le añade un plus a cualquier ciudad, pero si además para otro de los viajeros, como es el caso de Cuatrobordo, supone completar las 13 ciudades Patrimonio de la Humanidad que hay en España, todavía más.

Tarragona fue una bocanada de aire fresco, de magia detenida en el tiempo, de presencia romana por doquier; una ciudad abierta al Mediterráneo ideal para disfrutar en familia.

La escapada tenía como destino Barcelona, pero decidimos guardarnos un día para disfrutar de Tarragona a nuestro regreso a Valencia. Es una práctica que cada vez hacemos más a menudo, guardarnos un día para la sorpresa, siempre grata, en el trayecto de ida o vuelta. Porque a veces, con la inercia del destino…nos perdemos el camino.

Ver el anfiteatro romano tantos años después, abierto al mar, e imaginar rodeando su parque y mirador, el escenario que fue de aquellos tiempos en los que Tarragona era Tarraco fue una experiencia muy especial. Compartirla con mis hijas, más. La imaginación al aire en el Balcón del Mediterráneo, donde dicen que hay que “tocar ferro”, la barandilla, que da suerte. Transportarnos en el tiempo, algo que se les da da fenomenal y que además, la ciudad, repleta de vestigios centenarios, nos lo pone fácil.  Y es que la gracia especial de Tarragona, es también compartir su pasado como parte y todo de la cotidianidad de la ciudad y de sus habitantes, integrada en cada plaza y calle de la Parte Alta.

EN TRENET Y A PIE

Cogimos un trenecito que nos ido un paseo estupendo, al tiempo que íbamos conociendo los pormenores de la historia de la ciudad. Y luego, mapa en mano, lo que más nos gusta: callejear.  Y así lo hicimos tras un buen café y estudiarnos el trayecto que queríamos hacer (en consenso con los Cuatro a bordo) desde la original plaza de la Seu, de postal, con una energía especial y coronada por la Catedral de Santa María, el edificio más emblemático de la ciudad, de inicios románicos y continuación gótica.

La Hispania romána salió a nuestro encuentro, resguardada por un kilómetro de la vieja muralla de los cuatro originales que la circundaron en su día. Y el medievo. Todo cerca y en armonía. Los arcos medievales de la calle Mercería, la calles estrechas y arcos de la judería tras la plaza de los Ángeles, la Ca Garsa, la plaza del Forum, la plaza del Rey con el Museo Nacional Arqueológico, la plaça del Sedessos y su original mural fachada antigua que te invita a acercarte y a asomarte a lo que fuera el Circo Romano…

¿Lo mejor? La convivencia de sus habitantes en su día a día con la herencia del inmenso legado patrimonial de Tarragona.

¿Lo peor? Que fuéramos en lunes. El Museo Nacional de Arqueología y la Catedral, cerrados. Una dinámica habitual y que tanto afecta negativamente al Turismo. ¿No se podrían abrir los lunes de verano y de puentes nacionales?