Alarcón: parada y fonda en el «Valencia-Madrid»

Y pensando en el destino, nos perdemos el camino…

Madrid-Valencia, Valencia-Madrid es un viaje habitual para nosotros. Y pensando en el destino, nos perdemos el camino… O al menos eso suele ocurrirnos a menudo a quiénes siendo de una ciudad vivimos en otra y, por lo tanto, acostumbramos a repetir itinerario para disfrutar de la “terreta”, familiares y amigos.

 Y es una lástima, porque con la ganas de llegar al destino, en la ida y vuelta y en la vuelta e ida, el bosque de la misma autovía no nos deja ver los árboles apostados a escasos kilómetros… sobre todo si seguimos parando siempre donde solemos hacerlo.

Si es vuestro caso, una recomendación: regalaros alguna vez una “parada y fonda” durante el camino, aunque sólo sea por unas horas. Sobre todo si el calendario araña algún día para sumarlo al siempre breve fin de semana. Nosotros lo hicimos no hace mucho y fue estupendo. Salimos por la mañana en lugar de apurar nuestra estancia hasta bien entrada la tarde, y acordamos desviarnos y “descubrir”  uno de esos lugares cuyos letreros nos suelen servir de punto de referencia en el camino (cuando surge la sempiterna pregunta del “¿falta mucho, cuándo llegamos?”) para hacer que se convirtiera en eventual destino. ¿El elegido?: el municipio conquense de ALARCÓN.

Nada más desviarnos de la A-3 para coger la N-3 y ver como surge desde el altozano su majestuoso castillo, tu itinerario se viste de color y la cara de las peques se ilumina de magia. Si además añades algo de literatura, la visita seguro que promete.

Aparcamos y callejeamos por la villa de Alarcón, conocida como la inconquistable, hasta llegar al hoy parador y antaño castillo de los marqueses de Villena. Comimos allí, en su patio abierto; las niñas fascinadas con las escaleras, el pozo, los textiles rojos y naranjas que cubren los salones, sus fantásticas vistas… Se trata de un castillo morisco del siglo VIII, tomado por el rey Alfonso VIII en el siglo XII y habitado por el  infante y literato Don Juan Manuel, presente en todo el pueblo y quién escribiera parte de su obra en estas tierras.

Y de postre, recorrer las calles empedradas del conjunto histórico artístico de Alarcón; contemplar los pórticos de sus iglesias, perdernos por sus plazoletas, cuestas y rincones a la búsqueda del premio: un helado. El bar, la pequeña tienda… y al final lo encontramos mientras comparamos esta calle, aquella casa, o incluso el propio helado con otro momento antaño vivido. Y es que vale la pena endulzar de cuando en cuando el trayecto, desviarse un rato y disfrutar de ese lugar por el que siempre pasamos de largo. Porque ya que el destino no nos sorprende tanto, por conocido, dejemos que lo haga la magia del camino.

8 Respuestas a “Alarcón: parada y fonda en el «Valencia-Madrid»

  1. A mí también me gusta desviarme de la ruta para conocer pueblos o ciudades, siempre que el horario lo permita. Muchas veces te sorprendes de lo bonitos que son algunos sitios que en la vida te imaginarías que existen. Y lo bien que se come en algunos de ellos. A los niños les encanta estas paradas porque tienen su puntito de aventura. Yo lo recomiendo.

    • Ya lo creo, como dices, un puntito de aventura. Y es que muchas veces obcecados con el destino nos perdemos el camino…¡y sus delicias gourmet! 😉

      • Cuántas veces vamos por la autovía solo pensando en llegar lo antes posible a nuestro destino, la de lugares interesantes que nos perderemos por no desviarnos tan solo un rato de la ruta.

  2. De camino a Valencia desde Madrid decidimos parar en Alarcón. Mi hija de 9 años estaba encantada poder ver un castillo de verdad, aprender acerca de la hstoria – un poquito – y ver como se vivía hace muchos siglos. De vuelta en los EEUU, lo primero que hizo fue enseñar las fotos del castillo “de verdad” a sus compañeras de clase. El viaje se hizo mas corto y la experiencia fue muy interesante y educativa.
    Cuamdo viajamos por España, siempre buscamos pequeños pueblos y ciudades donde parar a comer, o pasar una noche, para ver la realidad de como vive, o vivía la gente de esos pueblos. Mi hija lo agradece y siempre hay sorpresas inolvidables.

    • Cierto, siempre hay sorpresas involvidables. Y qué bueno poder compartirlas luego con sus amigas americanas. ¡Seguro que les pica el gusanillo de visitarnos! 😉

  3. He pasado un montón de veces por ese punto y siempre lo he pensado. Quizás la próxima vez me desvíe’, ahora que tengo información sobre lo que se puede ver allí.

    • He pasado un montón de veces por ese punto y siempre lo he

      pensado. Quizás la próxima vez me desvíe’, ahora que tengo

      información sobre lo que se puede ver allí.

      • Vale la pena. Más cuando es un viaje que solemos hacer. Le da un «plus» al itinerario. Y luego, cuando vuelves a pasar por allí lo miras con otros ojos. Tú y toda la familia. Ya nos contarás 😉

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