“Mamá, qué lejos vive Marco”, me decían mis hijas en aquella etapa de nuestro viaje en la que tocaba cruzar Italia de este a oeste. Habían visto algún que otro capítulo de la serie de nuestra infancia y la alusión venía que ni pintada ya que desde Trieste nos dirigíamos a Génova a coger el ferry que nos llevaría a Barcelona.
«Chicas, vamos al puerto italiano al pie de las montañas donde vivía el amigo Marco…» ¡La de veces que tuve que escuchar la cancioncita a lo largo del viaje! También les conté, para variar un poco la música, que precisamente en Génova desembarcamos su padre y yo del crucero por las islas griegas que hicimos cuando nos casamos. Y de Marco nos pasamos al ¿y donde estábamos nosotras entonces?, ¿pero íbamos en tu barriga?, ¿te gustaba más Génova antes o ahora?, etc, etc
Trieste-Génova. Era la primera vez que mis hijas pisaban Italia. En Trieste se hicieron fotos con la escultura de Joyce sobre el canal, y les conté que era un escritor muy importante cuya novela más famosa se llamaba Ulises. Y de ahí pasamos al personaje pero de Homero, porque Ulises las llevó a Penélope y al agotador tejer y destejer (lo habían visto en dibujos) Eso sí, lo que más les gustó a ellas de Trieste fueron los helados.
Mapa en mano y antes de subir al coche les dije que íbamos a cruzar el país de la bota. Omití el más de medio millar de kilómetros que las separaba, e intenté disuadirlas con los cambios del paisaje. Al menos durante un rato. Luego, todo el “arsenal” propio de viaje largo en coche…
Cuando vemos que la cosa va perdiendo fuelle, nada como retarles: «¿a que no os inventáis un nuevo juego?» Y claro, ¿cómo que no??? Y de ahí salen algunas propuestas: elegir un color y ver quién gana con los coches que van pasando, si vamos lentas ver el número de la matrícula del delante y sumar los números o con las tres letras iniciales inventarse un nombre y dos apellidos ficticio…
Decidimos comer en Padua y apenas damos un garbeo por la ciudad. Me pesa no haber entrado en Venecia después de casi tocarla, aunque fuera de puntillas para luego, con tiempo, regresar a ella de verdad pero se trata del viaje de regreso del viaje y nos espera el ferry, y ese, ese no espera (si hubiéramos sabido que se iba a retrasar cuatro horas sobre el horario previsto otro gallo nos hubiera cantado)
Los mayores disfrutamos de la monumental ciudad porque el arte está en la calle pero a las niñas, cansadas, lo que en realidad ya les importa es comer y lo peor es que habían divisado un McDo a lo lejos…
De allí a Génova, al dichoso puerto, al bendito puerto. Y es que eso de viajar en coche tiene sus ventajas pero también se hace pesado. Por suerte ahora el coche dormirá en el ferry toda la noche mientras nosotros dejamos de cantar para disfrutar del mar abierto hacia casa. Al día siguiente, de Barcelona a Valencia. El coche al garaje para descansar él y descansar de él todos y el dvd de Marco escondido durante una buena temporada 😉
Parece que me has leído el pensamiento !! . Justamente estoy estos días con unos amigos organizando un viaje con este itinerario para Semana Santa. Nos asalta la misma duda que a ti: ir o no ir a Venecia . Siempre que se viaja una tiene la satisfacción de los que visitas, pero al mimo tiempo, un pequeño desasosiego por lo que no vas a visitar. Voy o no voy ?…
Ir, si podéis ir. Nosotros era el viaje de regreso, largo y con peques, y si nos desviábamos podríamos haber perdido el ferry. Pero vale la pena acercarse porque ¡está tan cerca! Nos la dejamos en el tintero y es uno de nuestros pendientes en una posible ruta Venecia-Bolonia-San Marino. Saludo viajero 😉