El tren es mi medio de transporte favorito y la semana pasada, en el trayecto Valencia-Madrid, tuve la oportunidad de compartir el placer de viajar en él con mis hijas. Lo peor es que disfrutaron tanto ¡que ahora no quieren ni oír hablar del coche!
Libros, pinturas, pegatinas, cartas y un par de muñecos nos acompañaron junto con los documentales y la música a bordo, sintiéndose dueñas y señoras de los auriculares y teclitas varias junto al asiento. Todo ello sin olvidar la maravilla de contemplar y compartir el paisaje que se colaba por nuestra ventana
Hasta el momento habían tomado algún tren de cercanías pero no uno de larga distancia con cafetería incluida, cuya visita a solas para pedir un par de tentempiés se convirtió en una pequeña aventura de “mayor” para mi hija de ocho años (para mi tranquilidad, desde mi asiento podía divisar la puerta de la cafetería)
Tuvimos la suerte de sentarnos justo en el medio del vagón, donde las bandejas enfrentadas hacen más ágil y cómodo el viaje que ya de por sí lo resulta, sin las ataduras y limitaciones de movimiento propias del coche. Aún así, las inevitables “¿falta mucho?” y “¿cuándo llegamos?” se colaron en el último tercio del viaje como ocurre siempre con los niños, aunque si están entretenidos las consabidas frasecitas se escuchan menos y más espaciadas.
A mí también me encanta el tren y es cierto que a los peques les gusta porque no se siente encorsetados como cuando van en coche. Nosotros sobre todo lo utilizamos para excursiones de un día porque es muy cómodo y nos desplazamos sin equipaje.
Es nuestro medio de transporte favorito pero como todos tiene alguna desventaja, y esa es precisamente acarrear con el equipaje hasta el tren. Para excursiones de día, fantástico 😉