No hace mucho, la compañía irlandesa Ryanair anunciaba su intención de no tener niños a bordo de sus vuelos a partir de octubre. La inocentada dio mucho de sí, y los “anti-niños” celebraron con cava y ríos de tinta la iniciativa…

Yo también vuelo a veces sin niños y es más, antes de tenerlos ¡volaba siempre sin niños y no recuerdo esa animadversión! Quiero decir, que me puedo poner en la piel del viajero sin niños pero me temo que al revés es mucho más complicado…

Un bebé en llanto durante gran parte del viaje puede ser una pesadilla, y un niño que no para un poco molesto pero ¿qué me decís del ADULTO de turno que más que hablar, grita, del que bebe en exceso, del que no para de moverse, del que ronca, del que monopoliza los posabrazos, del que tiene su I-Pod a tope, del que va de excursión arriba y abajo para charlar con sus colegas, del que reza en voz alta pensando que el avión no llegará a destino, del maniático de turno, del amargado perdonavidas que fulmina con la mirada a tu hijo solo de pensar que le ha tocado al lado niño a bordo…? Uf…

EDUCACIÓN Y TOLERANCIA

Lo que vengo a decir es que con los bebés y sus molestias, pobrecitos, se puede dar el caso y poco podemos hacer. También que a veces hay niños que pueden «incordiar» un rato. Pero en proporción, son más los niños que se comportan como toca cuando toman un avión y por varias razones:

1. Porque sus padres les han educado  para que así sea.

2. Porque suelen entretenerse de forma más fácil que los adultos.

3. Porque para muchos volar es algo tan natural como cepillarse los dientes.

4. Porque  el respeto y la tolerancia se “mama” con cada viaje…

5. Porque tienen a unos padres que les pueden controlar y no como los adultos que no tienen a nadie que les controle…

A los que amamos tanto viajar que no entendemos otra forma de vida, nos molesta mucho este “apartheid” turístico. Molesta porque ya tenemos suficiente con lidiar con los escasos servicios con los que contamos las familias en aeropuertos y aerolíneas en un sector en alza como es el Turismo familiar y que en una potencia mundial todavía se muestra muchas veces en pañales (y nunca mejor dicho), como para encima tener que aguantar a alguien que te mira como un bicho raro por no solo tener hijos sino ocurrírsete ¡viajar con ellos! sin pensar, muchas veces, que los niños de hoy son la sociedad del mañana.

Educación y tolerancia. Porque vivir es compartir y la convivencia: negociación y respeto. Y muchas veces la animadversión hacia los niños de ciertos adultos sólo se entiende desde esa instalación en el yoismo conmigo mismo que los hace más intolerantes.

Y ya que nos ponemos tan exquisitos: ¿qué tal un test de buena educación antes de embarcar? Veríamos quiénes se quedaban más en tierra si niños o adultos. Todo sea dicho sin acritud…