Escapada a La Mancha. Toda una aventura para las niñas y su amiguita Paulina. Almagro, Daimiel, Ciudad Real, Campo de Criptana, Toboso yPuerto Lápice. En cada lugar un hallazgo especial. Lo más impactante para las niñas: verse rodeadas, como don Quijote, de los diez molinos de viento en Campo de Criptana. También para mí, una de esas experiencias que de tanto leídas, sobre la tierra, te emocionan…

Hasta ese momento para ellas los molinos de viento que conocían eran los que salpican la carretera a la búsqueda de la energía eólica. Al menos en vivo. Y de la foto o la postal a verlos en vivo y en directo en un atardecer manchego de cuadro, impone. Porque hasta el tiempo fue bueno con nosotras y apenas chispeó algún que otro rato cuando la previsión era de tres días consecutivos de lluvia.

Almagro, un viaje en el tiempo y el disfrute de comprobar que aquí la palabra Teatro no va ligada a su apellido natural Crisis. La visita teatralizada al Corral de Comedias del siglo XVI simplemente les fascinó. Pues no solo fue una gran oportunidad para contarles cómo eran los teatros antes sino que además tuvimos la suerte que una de las actrices de la función que duraba media hora se sentará varias veces a nuestro lado en ese juego actor-público que tanto» juego» da. Para la noche anunciaban La Celestina y la cola iba de extremo a extremo de la Plaza Mayor.

Ciudad Real amena. Mucho ambiente. Y encima la suerte de coincidir con el festival “Tapearte”. Comimos migas. duelos y quebrantos, tiznao, rosas… y vino de la tierra, claro.

Como «pega», la que se repite en cada lugar: los lunes los museos cerrados, ¿también en puente? Así que nos quedamos con las ganas de entrar al museo de Don Quijote (que además está en obras). Idem con Toboso y la casa Dulcinea, personaje sobre el que mi pequeña de cuatro años preguntaba una y otra vez,“mamá, ¿vamos a ver a Dulcinea?”Aún así, el paseo por el pueblo valió la pena. La novela del Quijote impregna cada rincón. Como también nos sucedió en su tierra natal, Alcalá de Henares…

Y Daimiel, un regalo para los sentidos. Tras visitar el centro de visitantes y comprobar sobre maqueta y fotos la fauna y flora del lugar, salimos para realizar el recorrido que nos llevaba a la Isla de Pan.  Con unos prismáticos pudimos contemplar los cigüeñales y los patos entre otros animales con detalle.

Cenamos en una venta en Puerto Lápice a imagen y semejanza de las del Quijote, aunque la que inspira el relato en el que lo nombran caballero queda pendiente para la próxima ya que cierra a las seis de la tarde. Siempre hay que dejarse algo para regresar…